miércoles, 21 de octubre de 2015

En paz


Cruzar la puerta y mirar atrás. Ajena a tu marcha queda la familia, distraída entre juguetes y tareas, también amistades, de las de hombro, alzando copas hacia ti. Siguiente puerta, en línea con la anterior, la misma imagen, ahora más pequeña. Sucesivos quicios, idénticas estampas, minúsculas, hasta llegar a formar un punto borroso, en medio del primer umbral. La siguiente se cierra inaudible a tu espalda, es la última y con ella se lleva toda luz. La oscuridad resucita la primera imagen, despejada, ahora todos te miran por un instante y asienten. Seguirás vivo en la mención, inerte en la injerencia, presente en el ejemplo. Te hablaron de paraísos, también de infiernos. Existen, sin duda, y conviven ¿No lo sabías? Según quién y el porqué, según la razón para evocarte, si por pufos o sonrisas, deambularás entre edenes o calderas, pero caminarán por ti. Tú ya te has ido, no padeces, es tu legado y tu suerte. La herencia que dejas la sufrirá a quien impregnaste de miseria, en cambio te aplaudirá, aún con lágrimas, quien te anhele. Esa es tu otra vida, la del vacío que dejas, bien surtido de penas, bien pleno de alegrías.

jueves, 8 de octubre de 2015

Dulces sueños


Esta noche, no es una noche más, es vuestra primera noche de los pijamas y os voy a contar el origen de uno en particular a cuenta de las propiedades mágicas que alberga.
En los tiempos en que el hombre vivía en las cavernas —y no me refiero a muchas de vuestras desordenadas habitaciones sino a los cobijos de los trogloditas—, aquellos hombres que se expresaban con rugidos —y no os estoy describiendo recién levantados, aunque acertaría—. Como digo, aquellos hombres tan rudos se comunicaban con gruñidos, gestos y también a través de las pinturas que cubrían buena parte de las paredes de las cuevas donde se refugiaban. Los expertos dicen de esas pinturas que tratan de escenas de caza, de bisontes en estampidas y hombres con lanzas en su persecución. ¿Sabéis a lo que me refiero, verdad? Pues bien, ahora que ya sois mayores puedo revelaros que esa interpretación siempre fue una interesada mentira. Que los exploradores, que los investigadores, incluso aquellos que descubrieron las pirámides escribieron sus informes acerca de otra antigüedad distinta a la real todo para proteger la historia del pijama mágico.
Sólo unos pocos conocen el misterio de esta prenda. Se trata en realidad de la búsqueda del primer pijama, de un enigma que esta noche conoceréis y del que debéis guardar en secreto pues el futuro de los dulces sueños podría peligrar.
Por lo general os acostáis con uno de vuestros pijamas, incluso con una camiseta corriente, ¿cierto?, y caéis profundamente dormidos hasta el nuevo día. Hasta ahí todo parece normal y os preguntaréis: ¿qué hay del pijama mágico? En seguida lo sabréis, pero antes debo contaros la leyenda de un bisonte que poseía una piel tan agradable al tacto que quien la tocaba sentía al instante el mismo placer vivido de cuando abrazó por primera vez a la persona amada.  
Pues bien, aquel bisonte de piel sedosa fue perseguido, pero como en su apariencia no se distinguía de los demás la fiebre por su caza llevó a los hombres a organizarse en batidas. Dieron muerte a todos los que iban descartando para evitar confusiones. Nunca dieron con él y su frustración se vio reflejada en sus pinturas. Pero un buen día, un joven pastor, recorriendo el bosque en busca de manantiales donde calmar la sed de su rebaño, se topó con un viejo bisonte. Aquella bestia parecía buscar un rincón donde descansar para siempre y la presencia del pastor, en un principio, le incomodó. Pero a pesar de que ya sólo veía por un ojo supo que aquel jovencito merecía conocer el secreto de su suave piel pues podía escuchar la bondad en los latidos de su corazón. Fue por ésta razón por la que le confesó su secreto y le dijo que esa noche, cuando muriese, pues sabía que había llegado su hora, lo desollara y se abrigara por las noches con ese don por el que fue perseguido. Y al alba así lo hizo el joven pastor, pero lejos de crearse una manta con la que envolver su descanso decidió coserse un pijama que guardó en su zurrón.
 La mayoría de vuestras noches están repletas de sueños maravillosos y algunas otras de pesadillas. Y es que el pijama mágico, del que nadie puede describir su color, su talla, si es de maga corta o larga, si es entero o de dos piezas, durante la noche, cuando elige a un niño o una niña por el buen día que ha tenido con sus padres, familia y amigos, se cuela en la habitación del durmiente y le viste con sus telas sin que éste se dé cuenta. Entonces, gracias a su magia le traslada al mundo de los placeres, le regala un profundo descanso y consigue que al amanecer ese niño o niña se despierte con parecida alegría al día de su cumpleaños o la mañana de los reyes magos. Por esa razón, cuando nos acostamos después de un día de amables acciones, a la mañana siguiente nos despertamos con una enorme paz y energía, señal de que el pijama mágico nos ha visitado. En cambio, con aquellos niños que durante la semana se han portado mal, el pijama mágico, mientras sobrevuela tejados y balcones, los contempla en su descanso con la esperanza de poder vestirlos la próxima noche si encuentra en ellos la misma mirada de bondad del joven pastor que lo remendó muchos años atrás en aquel bosque donde un bisonte le regaló el secreto de los dulces sueños.