miércoles, 21 de octubre de 2015

En paz


Cruzar la puerta y mirar atrás. Ajena a tu marcha queda la familia, distraída entre juguetes y tareas, también amistades, de las de hombro, alzando copas hacia ti. Siguiente puerta, en línea con la anterior, la misma imagen, ahora más pequeña. Sucesivos quicios, idénticas estampas, minúsculas, hasta llegar a formar un punto borroso, en medio del primer umbral. La siguiente se cierra inaudible a tu espalda, es la última y con ella se lleva toda luz. La oscuridad resucita la primera imagen, despejada, ahora todos te miran por un instante y asienten. Seguirás vivo en la mención, inerte en la injerencia, presente en el ejemplo. Te hablaron de paraísos, también de infiernos. Existen, sin duda, y conviven ¿No lo sabías? Según quién y el porqué, según la razón para evocarte, si por pufos o sonrisas, deambularás entre edenes o calderas, pero caminarán por ti. Tú ya te has ido, no padeces, es tu legado y tu suerte. La herencia que dejas la sufrirá a quien impregnaste de miseria, en cambio te aplaudirá, aún con lágrimas, quien te anhele. Esa es tu otra vida, la del vacío que dejas, bien surtido de penas, bien pleno de alegrías.

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