lunes, 2 de mayo de 2016

Los dos secretos de los globos

     Cuento dedicado a mis hijos Estefanía y Alejandro, estrenado en la guardería de ella el mes pasado, ante el público más exigente: sus amiguitos.

         Existen dos tipos de globos:
Aquellos que pueden volar —los que por medio de un hilo o una cinta impedimos que no se nos escapen—, y los que ruedan por los suelos o se unen a los regalos —esos que abundan por los rincones los días de cumpleaños.
         Bien es cierto que los hay de diversos tamaños y formas, pero en el caso de los que pueden volar lo más importante es su color, pues tienen una misión y he aquí el primer secreto. ¿Queréis conocerlo? ¿Sí? 

Pues bien, la causa de los colores del cielo es de los globos voladores.

         Al principio de los tiempos, los cielos eran siempre grises como los días de lluvia, como consecuencia del humo y las cenizas de los volcanes, pero gracias a la invención de los globos voladores, poco a poco, el cielo fue adquiriendo los colores con los que hoy lo conocemos.
Antes de vosotros, miles de niños soltaron sus globos, y los de color blanco fueron los que formaron las nubes, los azules la inmensidad del día, los rojos los atardeceres y los amarillos el resplandor cegador del sol.
Ya sé, ya sé. Muchos os estaréis preguntando qué sucede por la noche, ¿por qué no se ven? Muy sencillo. Porque también necesitan descanso como vosotros. Para que al día siguiente puedan seguir cumpliendo con su misión de colorearnos la vida. Por esa razón cuando soltamos un globo, o incluso cuando se nos escapa, debemos alegrarnos, porque con su marcha ayudamos a que el cielo siga brillando con sus colores. Y nunca olvidéis que todas las cosas buenas suben al cielo, y si ya tenemos a alguien ahí arriba se alegrará mucho de reconocer vuestro globo. Será una nueva forma de saludarle y de hacerle compañía.

         Bueno, ¿y qué pasa con esos otros globos que descansan por los suelos?, ¿por qué no vuelan? Pues tiene una explicación tanto o más importante que la de sus amigos los voladores. En realidad es otro secreto que la mayoría de niños no conocen y que, de saberlo, se alegrarían muchísimo, a pesar de ese ruido con el que a veces nos sobresaltan cuando explotan. ¿Queréis conocer el segundo secreto?

         Muy bien, os lo voy a revelar: Los globos que no vuelan se inflan con el mismo aire de los besos. 
         Sí, es un aire lleno de entusiasmo, que dentro del globo espera impaciente por salir e inundarnos de cariño. Por esa razón, cuando estalla, su ruido es de fiesta como el de los petardos. ¿Y qué debéis hacer cuando esto ocurre? Debéis extender las manitas hacia el lugar donde desapareció y recoger su aire de besos, y pegároslo en la carita como cuando os la laváis. De este modo todo el cariño con el que se infló se quedará con vosotros, como ese beso grande, grande que os dan justo antes de acostaros.
         Así que cuando veáis un globo recordad los dos secretos que os acabo de confiar: que si vuela, llevará el aire de la alegría y coloreará el cielo; y si, en cambio, flota por los suelos, es porque se infló con el mismo aire de los besos.

         Y colorín colorado, hoy, el cielo habremos coloreado y la estancia de besos habremos llenado.




Imagen tomada de vivefiestas.com

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