Existen dos tipos de
globos:
Aquellos que pueden volar —los que por medio de un hilo o
una cinta impedimos que no se nos escapen—, y los que ruedan por
los suelos o se unen a los regalos —esos que abundan por los rincones los días
de cumpleaños.
Bien es cierto que los hay de diversos
tamaños y formas, pero en el caso de los que pueden volar lo más importante es
su color, pues tienen una misión y he aquí el primer secreto. ¿Queréis conocerlo? ¿Sí?
Pues bien, la causa de los colores del cielo es de los globos voladores.
Al principio de los tiempos, los cielos
eran siempre grises como los días de lluvia, como consecuencia del humo y las
cenizas de los volcanes, pero gracias a la invención de los globos voladores,
poco a poco, el cielo fue adquiriendo los colores con los que hoy lo conocemos.
Antes de vosotros, miles de niños soltaron sus globos, y los de
color blanco fueron los que formaron las nubes, los azules la inmensidad del
día, los rojos los atardeceres y los amarillos el resplandor cegador del sol.
Ya sé, ya sé. Muchos os estaréis preguntando qué sucede por la noche,
¿por qué no se ven? Muy sencillo. Porque también necesitan descanso como
vosotros. Para que al día siguiente puedan seguir cumpliendo con su misión de
colorearnos la vida. Por esa razón cuando soltamos un globo, o incluso cuando
se nos escapa, debemos alegrarnos, porque con su marcha ayudamos a que el cielo
siga brillando con sus colores. Y nunca olvidéis que todas las cosas buenas
suben al cielo, y si ya tenemos a alguien ahí arriba se alegrará mucho de reconocer
vuestro globo. Será una nueva forma de saludarle y de hacerle compañía.
Bueno, ¿y qué pasa con esos otros
globos que descansan por los suelos?, ¿por qué no vuelan? Pues tiene una explicación
tanto o más importante que la de sus amigos los voladores. En realidad es otro secreto que la mayoría de niños no conocen y que, de saberlo, se alegrarían muchísimo,
a pesar de ese ruido con el que a veces nos sobresaltan cuando explotan.
¿Queréis conocer el segundo secreto?
Muy bien, os lo voy a revelar: Los globos que
no vuelan se inflan con el mismo aire de los besos.
Sí, es un aire lleno de
entusiasmo, que dentro del globo espera impaciente por salir e inundarnos de cariño. Por esa razón, cuando estalla, su ruido es de fiesta como
el de los petardos. ¿Y qué debéis hacer cuando esto ocurre? Debéis extender las
manitas hacia el lugar donde desapareció y recoger su aire de besos, y
pegároslo en la carita como cuando os la laváis. De este modo todo el cariño
con el que se infló se quedará con vosotros, como ese beso grande, grande que os
dan justo antes de acostaros.
Así que cuando veáis un globo recordad
los dos secretos que os acabo de confiar: que si vuela, llevará el aire de la
alegría y coloreará el cielo; y si, en cambio, flota por los suelos, es porque
se infló con el mismo aire de los besos.
Y colorín colorado, hoy, el cielo
habremos coloreado y la estancia de besos habremos llenado.
Imagen tomada de vivefiestas.com
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